martes, 19 de mayo de 2009

NUEVOS ACTORES SOCIALES.


La Asamblea, elegida por sufragio censitario, comenzó sus sesiones en octubre de 1791. Estaba compuesta por 745 diputados jóvenes, divididos en monárquicos constitucionales (264), a la derecha, y una izquierda de tendencia republicana (136), compuesta mayoritariamente por moderados girondinos, como Brissot, frente a los extremistas jacobinos. El centro era «La Llanura» (345 diputados), grupo sin una orientación política definida y que oscilaban a uno u otro lado según les convenía.
Luis XVI ejerció su derecho a veto sobre dos decretos de la Asamblea contra los curas refractarios y los emigrados, provocando así una crisis parlamentaria que llevó al poder a los girondinos. Éstos querían declarar la guerra a Austria y Prusia, que ayudaban a los emigrados contrarrevolucionarios por temor a un contagio revolucionario, y exportar los principios de la revolución. Por el contrario, los jacobinos se oponían a la guerra porque creían que antes de propagar la revolución había que liquidar la contrarrevolución en el interior de Francia. Luis XVI anhelaba la guerra porque pensaba que la ayuda de los soberanos de otros países le permitiría restablecer su poder.
En abril de la Asamblea Legislativa declaró la guerra a Austria y Prusia. La guerra cambio el sentido de la Revolución. Para el historiador Godechot significó «una segunda revolución». Miles de entusiastas ciudadanos voluntarios se apuntaron a combatir para defender a la patria. Las derrotas iniciales sufridas por el ejército francés, desorganizado y sin disciplina, se interpretaron como debidas a un complot de la Corte y los sacerdotes refractarios para acabar con la Revolución con la ayuda de las potencias extranjeras.
El miedo se extendió entre las clases populares que hicieron manifestaciones y protestas. Los más activos eran los sans-culottes —una amalgama de artesanos, tenderos, pequeños industriales y peones—, que fueron agitados por los jacobinos. El duque de Brunswick, jefe del ejército prusiano, hizo público un manifiesto en el que amenazaba a los parisinos con una venganza ejemplar si se hacía daño al rey. El manifiesto incendió los ánimos, convenció al pueblo de que el rey era cómplice de las derrotas militares y fue el detonante para una nueva insurrección popular.
Los sans-culottes destituyeron al Ayuntamiento de París, formaron una Comuna y asaltaron el palacio de las Tullerías el 10 de agosto del 92. Luis XVI, que se había refugiado en la Asamblea con su familia, fue destituido y encarcelado. Bajo la presión popular, la Asamblea será sustituida por una Convención Nacional. La jornada del 10 de agosto de 1792 fue un momento decisivo en el desarrollo de la Revolución Francesa y marcó el inicio de una nueva fase más democrática y popular.
La situación militar era desesperada. La fortaleza de Verdun cayó en manos del ejército prusiano el 2 de septiembre lo que dio lugar a una oleada de temor y pánico popular y el gobierno provisional pidió voluntarios para ir al frente. Corrió el rumor de un complot de los contrarrevolucionarios encerrados en las prisiones y más de 1200 sospechosos fueron asesinados por las turbas en Paris. Las Masacres de Septiembre ensangrentaron también Reims, Lyon y otras ciudades. La Revolución se radicalizaba.
El 20 de septiembre, el general Dumouriez, al frente del ejército francés, consigue la primera victoria sobre los prusianos en Valmy. En ese momento se estaba instalando en París la Convención Nacional.

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